viernes, 11 de marzo de 2011

Transformando las Inercias


Las creencias, ilusiones y expectativas que hoy tienes son producto de tu pasado, tu experiencia te ha llevado a conformar tus pensamientos. Y son muchos de esos pensamientos los que son origen de tus problemas actuales. En efecto, nuestras decisiones las hacemos mediante nuestro modo de pensar, valoramos conforme aprendimos a valorar: todos nuestros actos están condicionados por nuestra teoría en uso con la que nos movemos y que hemos ido desarrollando en el transcurso de nuestra vida.
Las raíces de tus problemas se encuentran así arraigados en esa experiencia personal y la forma en que decidiste darle significado.
Pero además de las significaciones que construimos de lo que hemos vivido están las consecuencias físicas de las decisiones que tomamos en esas vivencias. En efecto, hoy puedes estar embrollad@ en una gran variedad de problemas con tus bienes, tus relaciones, tu trabajo, tus ingresos, tus deudas, etc, todo ello a partir de las decisiones pasadas. La inercia se torna muy pesada y salir de tal impulso puede verse casi imposible. En el budismo el concepto de karma está relacionado con tales inercias.
Analicemos un poco mejor esto que ya casi suena a “la fuerza del destino”. Es cuestionable que estemos determinados por nuestro pasado, de hecho: no estamos determinados, sólo condicionados. Si estuviéramos determinados no habría forma de escapar a su designio: como Edipo, nuestra condena estaría dada y tratar de escapar de ello no sería más que un intento fallido como lo presenta Sófocles en su famosa tragedia.
No es así, no estamos determinados, pero sí condicionados. No sólo por nuestros actos y experiencias vividas, sino por el significado que les dimos. Pongamos un ejemplo: Cuando niño fui golpeado por otros niños, entonces yo interpreto: "nadie me queria, soy un mal nacido, todos me odiaban, por eso soy un fracasado" o tengo otra opción: "cuando niño me enfrenté a retos muy difíciles, tuve que aprender a defenderme, no fue fácil pero al fin creo que eso fortaleció mi carácter y por eso ahora soy muy resuelto, valiente y triunfador" es la interpretación lo que cambia.
Lo que te marca no es lo que has vivido, sino la creencia que al respecto construiste.
La creencia, pero también el adormecimiento del deseo nos mantiene atorados. Si algo nos oprime, nos resulta insuficiente, nos genera angustia, vacío, desazón, algo debemos modificar para encontrar salida. El problema pasa, ciertamente, por identificar ese algo, pero también requiere tener un deseo lo suficientemente fuerte como para modificar lo que debamos modificar. Parece ser que hoy día mucho sufrimiento innecesario se debe a que nos han anestesiado nuestra posibilidad de desear, de modo que el deseo no cuenta con la suficiente intensidad como para que pase de mera ilusión a actos concretos que nos lleven a nuestro objetivo.
Concluyamos esta reflexión con una posibilidad para lograr el cambio:
Una de las más importantes cosas que puedes realizar contigo mismo es el cernir tus creencias, tus actitudes, tus pensamientos y tus sentimientos para encontrar aquellos que son nodales y crean tu presente insatisfactorio. Buscar así las raíces de tus decisiones actuales. Al ver esas raíces será fácil optar por un cambio. No verlas es seguir en el doble ciego.
El pensamiento positivo por sí mismo suele ser la base para dar “golpes de ciego”, para lo que puede servir es para mantener la energía, la fuerza del deseo. Pero sin romper con los obstáculos arraigados en nuestra mayor profundidad no se avanzará mucho: no puedes decirle ¡échale ganas! a una plantita que está impedida de Sol, Agua y nutrientes para su crecimiento.
Es así que el éxito, como lo manejamos en el coaching es dejar de fracasar eliminando las causas inerciales de tal fracaso.

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